Qué bella boca
—la reconozco—
yo he bebido vino de esa vosa boca
de ese ojo de agua mineral
he guardado en las venas de mis manos su exquisito líquido
de labio fractal —le he besado, sí—
invisible, la bráctea tilde de sus grafías sáficas
el garfio en la corona de su Dama, de su alfilada efe
los plexos, folículos blandos, los semas
significantes de su oscura boca, —qué (f)ermosa
forma de fermentar las (ph)alabras—
te reconozco
sabes al dulce de la toronja
a la carnosa gota que madura en gajo
la sabia textura que sabes marinar en el color del alba
Sé, eres la boca
la feroz —nunca falaz—
boca que obsequia formidables figuras
o falenas veloces que se guardan, burbujas de azúcar en mi oído
y se zurcen, pérgola o umbral
verde oblea que se inflama hasta florecer, espina
necesaria palabra —suya boca—
su molino que demuele las sustancias mágicas donde Ella es
y cambia, y fabrica ese bélico aroma
ese ímpetu de limpiarse el polvo que dejan en los nudillos las cosas
Esta boca
es bella porque la he visto decir cosas materiales,
la he visto construir capitolios enteros
con su lengua de mar —o mortaja—
la he visto producir de su oscura fosa, entre los dientes,
el castillo interminable de las palabras que son
actos, objetos animados, seres vivos
que deambulan en esta realidad insuficiente
y clara, de saber
que esa boca existe (incluso oculta detrás
de los árboles infernosos
de lo Aparente)
a pesar del Cáncer reinante
—ya te reconozco—
y deseo palparla con el hado, de éstas, mis falanges
tocarla cuando cierro los ojos —suturo estas bocas ansiosas de ver
las coso, les clavo las pestañas
a estos pozos dientes blancos
sólo para oírla
para reconocerle, boca que me ofrece el alimento
el beso limpio de la palabra
en mi boca —ojos sedientos— herida
de vino y palabra, y vida
y palabra, y más
siempre más palabra, hermosa
—sólida— elegante estructura de sí,
bella porque domina el primero de los juegos de guerra
la nupcia de su ágora y su égloga
su parábola exótica,
su marib-biram
le reconozco
—amo esta boca—
porque no pertenece, no es la sereníssima Saba
y no obedece ni bendice
ninguna mina
ni respeta o accede
a la inteligencia inútil de cien (o mil) hombres
—que piensan lo mismo en sí—
y no busca comprender ni solapa
este rito de adorar
al Orfeón
al buey o aleph
no hay alfabeto que exista para descifrar el lenguaje de esta boca
y es bella, qué bella boca es,
con su palabra lúcida, su hipérbole o parábola
su pérola, pericardio de su lengua
o su perfusión de vocales (abiertas)
alfil que corta la vida, y deseo
ver cómo hace sangrar al tablero
con el bisturí de la inteligencia; cierro los ojos
sólo para oírla, para reconocerle, boca que me ofrece al pez:
beso limpio del mar en mi boca deseosa
de vida y palabra —y más,
siempre más— más palabra.
*A petición de un lector que transeúnte habita la ciudad, aquí comparto con todos este poema escrito para las que gritan y no para las que callan.
2 comentarios:
Me gusta. Te leo.
http://eldiariodeunescritor.blogspot.com/, me gusto tu blog, espero que te guste el mio. Nos vemos.
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