Vitrina de la ronda nocturna
Cuando de la perra escurrieron expulsados
los cinco cachorros
ella sabía que sólo dos vivirían
y salió en busca del nutriente cadáver
pero sólo encontró pájaros atrapados
en cubetas metálicas
y ratas bermejas
escapando por las ventanas
llevó los adentros de estos pellejos
a las crías ciegas de piel arrugada
pero la anciana con baldes de excremento cubrió los techos
para marcar con su olor todas las azoteas
y despojó a la perra de su camada
la arrojó a la calle
con patadas de zapatos viejos
y azotó la puerta por el óxido destejida
tras la pestilente pelambre
del percudido animal
perfumado de muerte
La perra giró las noches alrededor de la casa
con ofrendas frutales en pañales rotos
ladró y trató de penetrar
la oscuridad que dejan las puertas
cuando se abren
pero un palo le astilló la pata
—que no volvió a levantar—
y supo que era la perra cochina
que no quisieron ya en esa casa
y que corrieron con pala y pico en la mano
para que no alimentara a sus bestias
con porquerías de terrenos baldíos
Y la anciana corvada
con una blusa mal cocida
y botones dispares
lo dijo
“esos perros
tienen que aprender a comer
lo que yo quiera”
Una semana después murió uno
Al otro lo atropellaron
Nosotros lo sabemos
los alejaron de su perra madre
porque era lo mejor para ellos
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