lunes, 8 de marzo de 2010

Hasta que la poesía nos alcance


Por Carlos F. Ortiz

Las imágenes creadas por Cisneros de la Cruz nos instalan de pronto en paisajes apocalípticos, donde el futuro se vislumbra como algo atroz y espantoso, lleno de criaturas malignas que se van devorando, como si fuera una cinta de terror o ciencia ficción. Pero hay algo que nos conmueve en ese mundo. El poema tiene algo de romanticismo, y logra por momentos que la noche no es negra como dicen / y afirma que (ni siquiera es noche como afirman) (…) la noche blanca, sí / con mano fría me envuelve / y con pálido labio me besa.

Como película de David Lynch o la cinta dirigida por Richard Fleischer, Cuando el destino nos alcance, el libro de Andrés nos presente una distopía: es decir, esa manera de vislumbrar la realidad de manera opuesta al ideal. Se asoma a ese espejo donde la realidad se transforma en ese algo, ese otro mundo que nos permite observar lo más corrupto de nosotros mismos.

En cada poema se va manifestando un gesto distinto de nuestro rostro, una multiplicidad de caracteres. Es como si nos encontráramos rodeados de espejos, y ahí dentro nos multiplicáramos; como diría Bioy Casares: en todo eso que somos y que tememos. Seres que se reflejan en cada imagen, en cada palabra que los va nombrando, criaturas tan terribles como sus dioses o sus miedos (que son lo mismo): orcos, espectros, gusanos marinos y otras criaturas.

Y pregunta, “¿quién eres cuando de pronto Nadie te reconoce y sólo quiere / verte cara de espectro / o accesorio de ciudad triste y desvencijada”. Para entonces el poeta ha dejado de nombrar el mundo para así crearlo: mejor dicho descubrirlo detrás de esa tela que lo tiene oculto a nuestros ojos y nos entrega sin maquillaje los rostros de la humanidad en sus variadas facetas.

Aquí hay ecos que se van volviendo nítidos por medio del lenguaje, fotografías que dan forma a esas criaturas que no salden del closet, sino que están ocultas debajo de la piel, entre nosotros, esperando poder devorarnos tranquilamente en ese banquete esperado y descubrir dentro “…cuáles serán nuestras últimas palabras / en el lecho de la Muerte”.

Aquí la poesía es, no cabe duda, un viaje constate a nuestro interior, a nuestros temores, es esa Loba como la llamara Jorge Boccanera. Una loba que nos amamanta, pero también nos llena de terror.