viernes, 31 de diciembre de 2010

Cántico para la boca de Adriana

Qué bella boca

—la reconozco—

yo he bebido vino de esa vosa boca

de ese ojo de agua mineral

he guardado en las venas de mis manos su exquisito líquido

de labio fractal —le he besado, sí—

invisible, la bráctea tilde de sus grafías sáficas

el garfio en la corona de su Dama, de su alfilada efe

los plexos, folículos blandos, los semas

significantes de su oscura boca, —qué (f)ermosa

forma de fermentar las (ph)alabras—

te reconozco

sabes al dulce de la toronja

a la carnosa gota que madura en gajo

la sabia textura que sabes marinar en el color del alba

Sé, eres la boca

la feroz —nunca falaz—

boca que obsequia formidables figuras

o falenas veloces que se guardan, burbujas de azúcar en mi oído

y se zurcen, pérgola o umbral

verde oblea que se inflama hasta florecer, espina

necesaria palabra —suya boca—

su molino que demuele las sustancias mágicas donde Ella es

y cambia, y fabrica ese bélico aroma

ese ímpetu de limpiarse el polvo que dejan en los nudillos las cosas

Esta boca

es bella porque la he visto decir cosas materiales,

la he visto construir capitolios enteros

con su lengua de mar —o mortaja—

la he visto producir de su oscura fosa, entre los dientes,

el castillo interminable de las palabras que son

actos, objetos animados, seres vivos

que deambulan en esta realidad insuficiente

y clara, de saber

que esa boca existe (incluso oculta detrás

de los árboles infernosos

de lo Aparente)

a pesar del Cáncer reinante

—ya te reconozco—

y deseo palparla con el hado, de éstas, mis falanges

tocarla cuando cierro los ojos —suturo estas bocas ansiosas de ver

las coso, les clavo las pestañas

a estos pozos dientes blancos

sólo para oírla

para reconocerle, boca que me ofrece el alimento

el beso limpio de la palabra

en mi boca —ojos sedientos— herida

de vino y palabra, y vida

y palabra, y más

siempre más palabra, hermosa

—sólida— elegante estructura de sí,

bella porque domina el primero de los juegos de guerra

la nupcia de su ágora y su égloga

su parábola exótica,

su marib-biram

le reconozco

—amo esta boca—

porque no pertenece, no es la sereníssima Saba

y no obedece ni bendice

ninguna mina

ni respeta o accede

a la inteligencia inútil de cien (o mil) hombres

—que piensan lo mismo en sí—

y no busca comprender ni solapa

este rito de adorar

al Orfeón

al buey o aleph

no hay alfabeto que exista para descifrar el lenguaje de esta boca

y es bella, qué bella boca es,

con su palabra lúcida, su hipérbole o parábola

su pérola, pericardio de su lengua

o su perfusión de vocales (abiertas)

alfil que corta la vida, y deseo

ver cómo hace sangrar al tablero

con el bisturí de la inteligencia; cierro los ojos

sólo para oírla, para reconocerle, boca que me ofrece al pez:

beso limpio del mar en mi boca deseosa

de vida y palabra —y más,

siempre más— más palabra.



*A petición de un lector que transeúnte habita la ciudad, aquí comparto con todos este poema escrito para las que gritan y no para las que callan.