sábado, 7 de noviembre de 2009

"No hay letras..." por Mónica Suárez


Alguna vez Paul Sartre escribió: “Poeta es aquel al que no le sirven las palabras”, y está afirmación me parece sumamente reveladora y adecuada porque, muchas veces, la palabra se torna semánticamente circular, autofágica, y por ello: autoaniquiladora, deja de decir.

Pero, para el poeta, la palabra es sólo materia prima que se trasciende a sí misma de manera continua, como sucede en: No hay letras para escribir tu epitafio. Y cuando la palabra escapa de la atadura referencial, elude la relación objetiva del lenguaje y se sumerge en la áspera realidad del poeta: surgen las atmósferas reveladoras e inquietantes que se estrellan contra el espejismo de la realidad inmediata enmascarada por el orden establecido.

La voz del poeta canta en: “El equilibrista del puente”.
“los pájaros son martillos que sumen clavos
en las ventanas cerradas
del horizonte

Los pies pesan
el equilibrista patea pájaros
les pisa la cara les prensa la piel
contra el filo del cable presiona sus cuellos
Peludos de plumas chillan los pájaros
Patalean dan picotazos
desafinan
son violines bajo el mar

El equilibrista
se quita la máscara de suicida
y descubre que las nubes nunca fueron veneno”.

De esta forma sabemos que la poesía de Andrés Cisneros no es una poesía fácil ni complaciente. Quizá por lo mismo, resulte tan perturbador el ejercicio que hace en: “Soliloquio ante un cristal rayado por un ser desconocido”, en donde, valiéndose de pies de página, acota el sentido polisémico de la palabra, intrínseco a la poesía misma, reduciendo a sentidos unívocos la interpretación metafórica del poema. Por suerte este juego provocador no empobrece el discurso poético que retoma más adelante; sin más acotaciones al sentido de lo que quiso decir.

Y la destrucción y la violencia latentes en sus poemas se convierten en una puerta recurrente que parece abrirse para mostrarnos el caos en el que estamos inmersos. Pero en la poesía de Cisneros, el caos: generador, es un caos propositivo que puede abrir puertas a la regeneración del espectáculo de los sentidos como armas que cuestionan y retan a una sociedad hipócrita.
En la: Escena segunda, de: “Decapitación de los tritones”, escribe el poeta:
“Se odiaba primero, ella –ante todo
dispuesta a destruir
mente y cuerpo –se odiaba
a tanto volumen
que
sometía la mirada
ante el escupitajo, palabra del ogro
y colocaba las manos
para recibir la ofrenda blanca
(escultura del miedo)”.

Ya en “El arco y la lira”, Octavio Paz, apuntaba: “La poesía moderna se ha convertido en el alimento de los disidentes y desterrados del mundo burgués. A una sociedad escindida corresponde una poesía en rebelión”. Argumento que calza aquí, pues en la poesía de Andrés, el lenguaje se disloca, los mecanismos del paradigma son cuestionados, así como la jerarquización de los valores que impone la sociedad falocrática.

En la: Escena cuarta de: “Decapitación de los tritones”, el poeta dice:
“y no quiero ver
cómo te amoldas, mascota extraviada
ruinosa, ostentar del gemido (lastimera petición de cuchillos)
con la estupidez de las bestias cautivas
que son liberadas”.
Y más adelante, en el poema que da título al libro, el poeta señala:
“Jamás seré un ogro como tú
Padre
un ogro crispado en el espejo
con el puño fruncido en una puerta”.


El poeta se desnuda, renuncia al simulacro del poder, escupe el veneno que no tragará para perpetuar la cadena. Si no veamos, más adelante en el mismo poema, lo que Andrés escribe:

“Por eso renuncio a ti,
Renuncio a la paternidad de tus ideas
Renuncio al dios padre que tanto amé de niño
y que nunca existió”.

Protesta íntima contra la apología del dolor y la supremacía mentirosa sobre la cual se levanta esta sociedad caníbal.
“Me desprendo de este garfio
como alacrán que deposita su veneno”.
Asegura la voz del poeta al inicio de: “El falo que todos llevamos dentro”. Para más adelante, abjurar:
“Pero rompamos la varita
digamos no al cetro
rompámoslo
rehagamos nuestro lenguaje
no conformes de ser un punto geográfico
Estadísticos haremos una geografía oculta
dentro de nuestro ser reconstruiremos, caerán las ruinas
y sembraremos una noche de nuevos soles
acaso no ya nuevos falos
lunas, óvulos de tierra
lunas, todo luna sol
dualidad será el mundo
y la sangre nutrirá por igual
las cavernas venosas de nuestros sexos”.

En: “No hay letras para escribir tu epitafio” asistimos a una propuesta valiente y perturbadora que renuncia a todo preciosismo o complacencia estética y cuestiona los signos putrefactos de la decadencia social. Sin duda un poemario interesante y violento que nos retrata con el escepticismo de la esperanza.

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